23 de abril de 2006

Expedición Andalucía Everest 2006

Retiro en Rongbuk

Permanecerán dos noches en un albergue junto al monasterio budista


La moral del equipo se ha venido un poco abajo tras confirmar el adelanto de ayer de los sherpas. Ha sido duro conocer que no se puede partir hasta el próximo martes 25. Por la mañana, el oficial de enlace ha ratificado que no se puede ascender por problemas de organización y marcha de las distintas caravanas de yaks. Hoy han visto partir a un vecino grupo francés después de un concienzudo pesaje de la carga. Y mañana lo hace el grupo del vasco Josu Feijoo. Hay otras expediciones en la lista de espera y lo peor es que tanto ayer como hoy han sido días de sol inmejorables para la marcha.

Cada yak no puede cargar más de 40 kilos. En principio la expedición andaluza tiene contratados 20 de estos animales, aunque ya imaginan que va a haber que pagar algún recargo para poder desplazar los más de 500 kilos de cargamento, tiendas, cocina y demás bártulos...

Así las cosas, la decisión ha sido bajar a descansar algo más cómodamente a un locge de Rongbuk, junto al monasterio budista donde el grupo estuvo el día anterior. Aguantar tres noches las gélidas temperaturas y la incomodidad de la silla de plástico que tiene comedor, puede minar mucho los ánimos y desgastar innecesariamente los organismos. Rápidamente han preparado las mochilas con lo elemental y han buscado en un albergue algo de refugio contra el frío, un foco de comodidad y sobre todo electricidad.


No hay ducha de agua caliente, eso habría sido demasiado pedir, y falla uno de los portátiles, pero hay que renovar el optimismo. Todo el cargamento se quedó en el campo base al recaudo de los sherpas. Los andaluces tratarán de descansar lo mejor posible las próximas jornadas para después regresar al campo base a pernoctar y, si no hay inconveniente, ascender en cuanto se pueda al campo intermedio y así continuar el ataque a este gigante que, por el momento, lleva dos días mostrando una cara más o menos apacible.

Negros, blancos y grises

Por la tarde, después de almorzar arroz y de ocupar las habitaciones, el día sigue claro. Al este, la montaña no deja de ofrecer sus descomunales negros, blancos y grises. Los alpinistas del grupo no pueden dejar de mirarlos escudriñando sus secretos, buscando las líneas mágicas de sus rutas, comentando los tramos visibles con los ojos encendidos. Pedro se ha pasado la tarde mirándolo. Parece pedirle permiso a la vez que trata de esconder su miedo. Huisa tiene demasiados problemas en la cabeza, piensa por todos y tiene que tomar decisiones. A veces comenta cómo será estar allí arriba, pero aún no ha llegado a saborear lo cerca que está de su mayor peldaño alpinístico.

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