1 de febrero de 2007

Expedición Pirámide de Cartensz



Huisa y López coronan el techo de Oceanía

Conquistadas las cimas de Kosciusko (Australia) y Carstensz
(Indonesia) se quedan a un solo paso de concluir el proyecto Siete Cumbres

Diario de Juan Antonio Huisa


‘UNA AVENTURA EN TODA REGLA’

“A las 3:30 de la madrugada salíamos para cumbre. Tras una primera fuerte subida de media hora, comenzaba una larga bajada que nos iba aproximando a los pies de la muralla. La noche es cerrada y tapizada con una leve pero continua cortina de agua. Llegamos a la pared y comenzamos a progresar por la cuerda, sin percatarnos del paisaje calizo que nos rodeaba.

En silencio y muy concentrados íbamos ascendiendo lentamente, el silencio solo era interrumpido por el sonido de los mosquetones o por la caída de alguna piedra (muy frecuentes). El sol quería unirse a nuestra danza ascendente, pero la mala climatología que reinó todo el día no lo hizo posible. La roca estaba muy mojada y sus aristas cortantes iban desgarrando nuestros guantes, pantalones y chaquetas de membrana impermeable de Gore-Tex.

La total oscuridad daba paso a una claridad incipiente que pronto nos dejó apreciar donde estábamos y lo que nos quedaba. La visión de cuatro alpinistas subiendo verticalmente por la pared era increíble, y metro tras metro seguíamos ascendiendo. El agotamiento unido al frío y al agua hacían mas penosa la subida, pero en el fondo aunque Pedro y yo estábamos agotados, experimentábamos una aventura total, pues no estamos acostumbrados a subir montanas tan verticales y rocosas como esta, ya que normalmente lo hacemos sobre nieve.

Los pasos técnicos se repetían constantemente: destrepes, subidas, oposición, paso de nudos, anclajes, constantes cambios de cuerda, desviadores, rapeles; en definitiva, que nos tuvimos que emplear a fondo para sortear los obstáculos que la montaña nos iba poniendo. Tras varias horas de subida, llegamos a la larga y técnica arista cimera, pero aun nos quedaban más de 200 metros, y aun venía lo más difícil.

Una brecha vertical de unos 8 metros cortaba la arista, a ambos lados más de 500 m. de caída. Tras un pasamanos (progresión horizontal), bajamos la brecha haciendo rapel y ahora teníamos que subir esos 8 metros utilizando técnica vertical, con los dos puños. Verdaderamente los pasos eran muy complejos y debíamos permanecer concentrados para no cometer ningún error.

Hacia frío y la niebla impedía ver todo; teníamos que quitarnos las manoplas para poder maniobrar, pero las manos rápidamente se quedaban inmóviles del frío. En esas incesantes maniobras de cuerdas, Jacques decide darse la vuelta, argumentando que no es capaz de superar esa vertical y pasos posteriores, cosa que nos sorprende a 100 metros de cumbre y con su experiencia. Hay que reconocer que la experiencia que Pedro y yo poseemos en técnica vertical, ayudó enormemente a superar todos los obstáculos (Pedro se dedica profesionalmente a los trabajos verticales en edificios y yo soy Técnico en Espeleología).

La arista parecía no terminar jamás, y tras la aparentemente cumbre, venia otra y otra; hasta que por fin llegamos, ahí estaba la ansiada cumbre, y una placa conmemorativa daba fe de ello. Lo habíamos conseguido, estábamos en el punto mas alto de Oceanía, nos abrazamos y alguna lagrima cayó.

Esta vez no fuimos recompensados por la montaña, pues la mala climatología no nos permitió ver las majestuosas vistas que posee, así que fue algo ingrato, pero ya estaba hecho. Tras las fotos y video de cumbre empezaba una interminable bajada cargada de riesgo. Estábamos extenuados y sinceramente no dábamos crédito a las fuerzas que habíamos tenido que echar para llegar, pero la bajada con ese cansancio iba a ser dura, no podíamos bajar la guardia hasta campo base.

Fuimos superando los pasos y bajando lentamente hasta llegar nuevamente a la brecha. La bajada era diferente, pues utilizaríamos una tirolina pata superar este paso. Increíble, más de 500 metros de abismo había bajo nuestro cuerpo, pero sin pensarlo mucho pasamos y seguimos bajando. Rapel tras rapel, tirada tras tirada íbamos recortando metros a la bajada, la oscuridad comenzaba a ganarle nuevamente la batalla a la montaña y entrando la noche llegábamos a campo base, vaya jornada. Pero con la cumbre hecha lo demás es secundario. Ahora tocaba descansar porque nos dolían hasta las pestañas, y porque además el regreso iba a ser meteorico”.
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